viernes, 25 de septiembre de 2009

LA MISA ETIOPE






Cualquiera que pase una temporada en Etiopía, se percata de la gran importancia que la religión tiene para sus habitantes. Su fe ciega en la oración, el ayuno, la limosna y el sacrificio como vía para conseguir la curación de la enfermedad, la prolongación de la vida o la salvación eterna en una tierra castigada hasta el límite por el hambre, la guerra y las plagas, nos sumerge de lleno en la oscuridad de la edad media.

Las misas comienzan por la noche o de madrugada y se prolongan durante horas haciendo coincidir la consagración con la salida del sol. Todo el territorio está lleno de pequeñas iglesias, que normalmente se encuentran en las afueras de las poblaciones o en lo alto de pequeñas colinas, rodeadas de árboles de los que está prohibido romper ninguna de sus ramas. Son pequeños recintos circulares u octogonales divididos en tres partes: en el exterior de la iglesia, que se encuentra rodeada por un muro, permanecen normalmente la mayoría de los fieles que siguen las ceremonias desde el exterior orando mientras dan vueltas a la iglesia y besan sus muros. Un reducido número de personas penetra en el interior y participa en el sacramento de la comunión. Allí los diáconos y sacerdotes celebran la ceremonia cantando y golpeando pesados tambores en un ambiente de gran fervor. En el centro del templo se encuentra un recinto separado del resto de la iglesia por unas cortinas. Es el llamado “santo de los santos” (equivalente al sagrario de las iglesias católicas). En este lugar sagrado, al que accede únicamente el sacerdote, se encuentra una piedra, el Tabota, que representa el arca de la alianza y las tablas de la ley.

Haciendo un poco de historia; seiscientos años del nacimiento de Cristo, en las tierras altas de Etiopía que habían sido colonizadas por tribus semitas que procedían de la otra orilla del Mar Rojo, se formó el poderoso imperio Aksumita. En la actual Aksum, una pequeña población del norte del Tigré, se conservan monolitos y restos de lo que fueron suntuosos palacios que dan un idea de la importancia que alcanzó el antiguo imperio.

En el siglo IV de nuestra era, el imperio aksumita se encontraba en su máximo esplendor y se extendía desde Nubia (actual Sudán) hasta Saba (actual Yemen), en la otra orilla del mar rojo. Gobernaba tan vasto territorio un rey llamado Ezana, cuyas proezas y conquistas quedaron grabadas en las piedras de Aksum. Ezana, convertido al cristianismo por lo herma nos Edesio y Frumencio que habían llegado hasta el Mar Rojo desde Tiro, estableció la religión cristiana en todo su imperio. Cuando en el siglo V, tras el concilio de Calcedonia, se comenzó a producir el Cisma de Oriente, los cristianos etíopes permanecieron unidos siglos sucesivos, el Islam se extendió por todo el norte de Africa y la Iglesia Etíope permaneció aislada del resto de la cristiandad, manteniendo un rito independiente que no ha evolucionado desde entonces.


Desperdigadas por todo el norte de Etiopía, quizás la población más conocida sea Lalibela, se encuentran las iglesias excavadas en la roca. Son construcciones de muchos siglos de antigüedad realizadas en el interior de una montaña que ha sido moldeada desde el exterior y horadada por dentro formando falsas bóvedas y columnas, puertas y ventanas en un esfuerzo que debió ser colosal.

El sacerdote y su mujer viven en los alrededores de la iglesia, a veces en el interior de pequeñas cuevas y frecuentemente en condiciones miserables. Cuando muere, la mujer se convierte en monja y se queda a vivir en una pequeña choza junto al muro que rodea la iglesia en la que ejercicio en sacerdocio su marido. En ocasiones pudimos ver dos o tres de estas mujeres, vestidas de amarillo, sobreviviendo juntas en una pequeña caseta construida con cuatro piedras y un trozo de Uralita.

Los sacerdotes son capaces de recitar durante horas, sin equivocarse, larguísimos textos del antiguo testamento que conocen de memoria. Han destinado toda su vida a la memorización de las sagradas escrituras en Gueez, el antiguo idioma del imperio aksumita y aún hoy idioma oficial de la iglesia etíope (equivalente a lo que fue al latín en la iglesias católica), y también origen de la mayoría de las más de 80 lenguas que se hablan en Etiopía. Con frecuencia puede verse cerca de las iglesias a pequeños grupos de seminaristas, jóvenes aprendices de sacerdote, que repiten una y otra vez los viejos salmos que un anciano religioso, sentado a la sombra de un árbol, les recita monótonamente.

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